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EL GRITO SORDO

 

Por Laura Nucenovich

 

Grito sordo es el mejor nombre que encuentro para describir esa sensación que tenemos todos cuando gritamos de impotencia y nadie parece escucharnos. Cuando apelamos al sentido común y a la justicia hay gente que se gira y combate con pasión lo que para ellos son pilares vitales, mientras que otros los vemos como un zarzal de conceptos y valores oxidados que ya no nos valen. En ese momento, aparece el grito sordo, la pregunta sin respuesta, la respuesta tangencial, donde vas, manzanas traigo. 

A menudo me pregunto si me he perdido algo, si en algún momento dieron alguna clase a la que yo no asistí, por que no comprendo por que el resto traga y yo me niego. Por que aceptan lo manipulado y mohoso? Simplemente por la sencilla razón de que lo dijo algún personaje inmortalizado en algún ilustre grabado de color sepia, que reposa en alguna estantería polvorienta. La ley, la religión, la política, la moral, la educación, son materias subjetivas y de compleja estandarización, pero sobre todo materias creadas y manipuladas por el hombre para los hombres. 

El hombre, ser con ego sin fin y errático por naturaleza, que se postula como el gurú ciego de sus congéneres, conduciéndoles al borde del abismo mientras asegura que ve y conoce el camino. Chistoso cuando menos.

A que se debe que no podamos revisar, modificar, flexibilizar y sobre todo personalizar estas materias sin ser lanzados a la hoguera de la critica, sin ser condenados al ostracismo por un sector de la sociedad partidista y enquistada en los mas profundos temores a cambiar y a progresar. 

Es hora de una revolución y no cuento nada nuevo. Cada uno la debemos llevar a cabo siguiendo nuestras premisas y valores y entre todos aportar lo mejor para conseguir cambios, pero sobre todo, con sentido común y honestidad. Cambios reales, es momento de palabras con peso, no de promesas fáciles, es hora de vivir esta vida dignamente aquí y ahora, no de esperar al paraíso, es hora de tomar las riendas de nuestra individualidad, sin que ello nos separe del resto de la sociedad, a defender nuestra manera de gestionar nuestras vidas sin que nadie recorte nuestras libertades, sin padres putativos que penalicen todo lo que hacemos, no necesitamos más que ser nosotros mismos, pero sobre todo que nos dejen. Basta ya de gritos sin eco, basta ya de gritos sordos.

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