DEL AZAR Y EL DESTINO
Por la Dra. Marta Zátonyi
Nuestro fatigoso intento de entender los por qué y los para qué de nuestro universo y nuestra existencia, algunas veces se ve compensado por una respuesta que da esperanza y sentido a la vida, otras veces entronca en la mudez. Lo que sucede sólo sucede. Sin lógica, sin causa.
Laura Nucenovich viene indagando sobre la condición humana desde antes. En su serie NUDOS exploró sobre la relación del hombre con el Otro, sobre la necesidad de tener al Otro y, a su vez, sobre el visceral miedo al Otro. No ofreció ninguna solución, ni fácil ni difícil. Sus preguntas quedaron abiertas. Quizás por eso ahora puede avanzar hacia otros horizontes: también graves y penosos, también sin posible solución. Por lo menos, sin solución absoluta.
Pregunta sobre el azar y el destino. Y con eso penetra a la cuestión nodal del sentido de la vida. ¿Hay un motivo universal y sempiterno de la existencia humana? ¿Hay un inicio absoluto, un objetivo irrefutable, único y legítimo universalmente?
¿Hay una única llegada feliz y gloriosa o cada uno arrebata de la vida lo que puede y le permiten sus específicas circunstancias? ¿Existe un destino a priori ineludible, o es legítimo pensar que cada uno formula y reformula lo suyo?
Lejos de intentar algo como una temblorosa respuesta, la artista interroga sin cesar. “En la vida y en el amor vale más perder que nunca haber jugado” sentencia Quevedo. Pues Laura juega y con eso, se juega. El hierro es su canto para conjurar lo terrible: ella lo mira de cara a cara. Mira a sus ojos.
Sabe que a pesar de que el azar es aleatorio, no así la voluntad redentora de poder enfrentarlo y poder convivir con lo que el destino depara. ¿Qué más que el arte proporciona las condiciones de exorcizar las nefastas faenas de lo inexorable?
Sus figuras típicas, morfológicamente son continuación de las anteriores. Todas intentan encontrar su razón de ser y su razón de estar en este mundo sobre el minúsculo territorio que le otorga su destino: las especiales bases-vigas; esta pequeña cárcel donde pueden y deben recorrer su camino a la libertad, o sea, la posibilidad de responder a su manera. Pues los personajes de Laura prueban, avanzan, caen, siguen, se conectan, renuncian, intentan…. El espectador, como criaturas en un bosque encantado, vaga ya encontrándose consigo mismo, con sus propias dudas y congojas, otra vez sin respuestas, ya perdiéndose de nuevo entre las propias imágenes que reflejan su condición humana.
Las máscaras como parte de la propia existencia miran al Otro para permitirle o impedirle el saber de uno mismo. También estas mismas máscaras están para defender de un mundo donde afuera y adentro el destino y el azar luchan por imponer su reino, a lo que el hombre, esta pequeña hierro-humanidad, intenta responder con su palabra ordenadora y con su amor redentor a la forma y a crear. Se desgarra y se transmuta dolorosamente en lo imposible a fin de hacer prevalecer su única oportunidad, responder con el gesto creativo a los caprichos ora benignos ora infaustos del azar y del destino.